Monsaraz, el nido de las águilas del Alentejo

Monsaraz, el nido de las águilas del Alentejo

Paré el coche en cuanto divisé Monsaraz, a lo lejos, para hacer la foto que figura arriba. Hacía un día plomizo pero la aldea medieval destacaba en lo alto de un montículo verde. Estábamos en Monsaraz, también conocida como El nido de las águilas, un precioso pueblo del Alentejo, en la vecina y siempre sorprendente Portugal.

Entramos a Monsaraz por la gran Porta Da Vila y enseguida nos encontramos con una pequeña plaza donde está la Igreja Matriz, una típica iglesia portuguesa.

El suelo está empedrado. Apenas hay gente. Se respira paz y serenidad.

Monsaraz pertenece al Alentejo. El Alentejo es una región transparente. Su belleza es tranquila, no necesita de aspavientos. En ella te sientes bien sin hacer nada especial. Haciendo algo como pasear por sus pueblos. En este sentido, Monsaraz es un ejemplo perfecto de lo que la quietud y el sosiego del Alentejo representa en estos tiempos de turismo masivo y acelerado.

Monsaraz, el nido de las águilas del Alentejo

Sin embargo, Monsaraz oculta un pasado turbulento. Se reconquistó a los árabes en 1167 por el legendario aventurero Geraldo Sempavor (Gerardo sin miedo) en una época en que las fronteras eran líquidas y fluctuantes. Este personaje es una suerte de Cid a la portuguesa (del que yo oía hablar por primera vez pero que, en Portugal, debe ser muy conocido).

Monsaraz, el nido de las águilas del Alentejo

Luego Monsaraz pasó a ser tutelada por los templarios (y siempre que aparecen los templarios en escena parece que estamos ante una historia misteriosa e interesante). Tengo la sensación de que en Monsaraz ejercieron más de monjes que de guerreros.

ventana Monsaraz Alentejo

En nuestros días es un pueblo encantador donde todo parece encajar sin esfuerzo.

Monsaraz tiene únicamente dos calles: la Rua Direita y la Rua de Santiago. No necesita más. Si bien es una maravilla perderse por las travessas intermedias. Son como pequeños afluentes que van a dar a un Amazonas peatonal.

Todo el pueblo está amurallado. Y hay varias puertas de acceso. Su castillo fue mandado construir por Afonso III . Como curiosidad, el patio del castillo se usa como plaza de toros ocasional, en un espectáculo que ha de ser digno de ver.

Mis hijas empezaron a correr por las callejuelas mientras el pesado de su padre no paraba de hacer fotografías.

Muchas ciudades del Alentejo, como Évora o Beja, fueron creadas por los romanos que deseaban estas tierras más allá del Tajo (além Tejo y de ahí el nombre del Alentejo) por sus campos de trigo. Junto al trigo, el corcho de los alcornoques y las aceitunas de sus olivos conforman las materias primas del Alentejo.

A la hora de comer no había muchos sitios donde elegir. Y, así las cosas, Casa Modesta nos enganchó por su nombre. Y comimos de maravilla: Bacalao a Dourada y carne de cerdo del Alentejo (por cierto, que os recomiento probar las migas alentejanas. Nosotros las probamos, pero no en Monsaraz, sino en otro pueblo: Arraiolos). Y para la calidad y cantidad de la comida, el precio era un regalo.

También hay vinotecas y tiendas con encanto. El vino del Alentejo es una denominación de origen muy reconocida en Portugal. Probé dos o tres marcas (una de ellas recuerdo que se llamaba «Borba») y todas me gustaron.

Monsaraz, el nido de las águilas del Alentejo

Desde sus murallas las vistas son espectaculares. Grandes valles verdes y suaves colinas.

Monsaraz, el nido de las águilas del Alentejo

Si vas a Monsaraz dos sencillos consejos: Uno, ve sin prisas. Dos, camina despacio.

Ah…y si no lo has hecho nunca…lee algún libro de José Saramago.

 

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