10 cosas que no me gustaron del Crucero Symphony of the Seas de Royal Caribbean

Hoy en día, abundan los artículos en blogs de viajes acerca de lo que gusta, pero hay bastantes menos que traten sobre lo que no gusta.

Y las cosas que no te gustan también hay que decirlas. No hablo de criticar por criticar. Eso nunca. Hablo de pensamiento crítico. De decir con sinceridad: esto no me gusto. Y no pasa nada. Es más, es muy sano. Y la gente tiene derecho a saber todas las cosas maravillosas que hay, por ejemplo, en un crucero, pero, también, las que no lo son tanto.

Así que, partiendo de esta base, lo que no me gustó del crucero Symphony of the Seas de Royal Caribbean fue lo siguiente:

1.Todo era muy caro: una cerveza costaba entre 10 y 12 USD aproximadamente (es un crucero americano y todo se paga en dólares), por poner un ejemplo. Estás de vacaciones y haces una excepción con todo. Y es un crucero de nivel alto. Eso no se me escapa. Pero había cosas a todas luces excesivas. Como se puede ver en la foto de abajo, una clase particular de surf costaba 552 USD. Y había mucha gente con pasta en el barco, no hacía falta ser sociólogo para darse cuenta, pero cierto nivel de precios en determinadas cosas, no me parecieron razonables.

Clase particular de surf: 552 USD.

2. Nuestro camarote era muy pequeño: somos 4 en mi familia: mi mujer, mis dos hijas y yo. Bueno, pues en la foto de abajo se puede ver cómo era nuestro camarote. Tuvimos que meter las maletas debajo de la cama de matrimonio porque si no, literalmente, no podíamos pasar. Y era incómodo estar en un espacio tan reducido. Se que había diferentes modelos de camarotes y, entiendo, que algunos serían más amplios. Pero mi queja es la siguiente: si le das un camarote a una familia de 4 miembros, garantiza, al menos, un mínimo de confort, espacio y comodidad.

Nuestro pequeño camarote. No había confort en un espacio tan reducido para los 4 miembros de una familia que éramos.

3. Para cenar o para algunas actividades había mucha cola: no nos pasó todos los días, pero algunos, había unas colas interminables. Te asomabas y te daban ganes de dar media vuelta y volver a la habitación.  Había colas para los desayunos, para las comidas, para las cenas o para realizar algunas actividades como la escalada.

Había colas para cenar o para realizar algunas actividades

4. No puedes apagar el aire acondicionado o poner los grados que quieres: esto me sorprendió mucho, la verdad. Un crucero de alto standing que, después, tenía un regulador de temperatura que parecía de un hostal de carretera. Fui a preguntarlo a atención al cliente y me dijeron que no, que eso es lo que había. Además no podías apagarlo. A mi por la noche no me gusta tener el aire acondicionado puesto, no me sienta bien. Y no me lo estoy inventado, abajo la foto del sofisticado y puntero regulador de temperatura.

El prehistórico regulador de temperatura

5. No había wifi gratuito: el wifi era de pago y no era un precio económico (bueno, en realidad, el concepto de precio económico no existía en el crucero). Y a ver, pagas una pasta por el crucero y luego no eres capaz de proporcionar wifi gratuito, sabiendo que es un servicio altamente demandado por cualquier turista o viajero, en nuestros días. Pues no me parece de recibo. Solo había una red gratuita, la que figura en la foto de abajo, pero era exclusivamente para usar la app.

No había wifi gratuito. Solo había una red gratuita y era exclusivamente para usar la app

 

6. Había más gente que en la guerra: sobre todo en horas puntas, como es lógico. Pero bañarse en las dos pequeñas piscinas de cubierta no era agradable en exceso. Y no lo era porque parecíamos sardinas en lata. Lo mismo sucedía con los jacuzzis. Mi recomendación: ir a primera hora o a última. Si ibas cuando iba todo el mundo, estabas perdido. Por cierto, coger una tumbona era complicado. O lo hacías a primera hora u olvídate.

Había más gente que en la guerra

7. Había actividades que se agotaban enseguida o estaban siempre agotadas: intenté reservar para que mis hijas patinaran sobre hielo. No hubo manera. Siempre estaba agotado. Al final, no conseguí que patinaran. Lo mismo sucedía con otras actividades. Había pocas plazas para la alta demanda que había.

8. Cuando ibas a desayunar al Windjammer (el principal buffet del crucero) no había mesas libres: en el principal sitio para desayunar, donde había desayuno buffet, o podías comer a cualquier hora, a veces, no había mesas libres y te tirabas un rato hasta conseguir un sitio libre. Nosotros nos poníamos a buscar, cada uno de los cuatro por una parte del buffet y, cuando uno encontraba sitio, avisaba a los demás.

En el Windjammer, el principal sitio para desayunar o comer, a veces, no había mesas libres

9. La app no era sencilla e intuitiva y todo se hacía a través de la app: o eres hábil o te perdías. La madre de una familia andaluza que nos encontramos en la cola para cenar, nos reconoció que no se aclaraba con ella y que no sabía reservar a través de ella. El agravante es que todo se hacía a través de la app. Ver los horarios, mirar y reservar las actividades, ver las notas o avisos, todo. Obviamente, había otras formas, pero la intención era que la gente lo hiciera todo a través de la aplicación. Y yo pensaba: ¿y la gente mayor? ¿se apañará?. Había mucha gente mayor en el barco. Me temo que muchos no.

10. Subirse al ascensor, a veces, era un agobio, o tardabas un rato en coger uno: era un agobio porque entrabas en el ascensor y parecía el camarote de los Hermanos Marx. Además, en ocasiones, como dijo el cómico de un show de humor del propio crucero, determinadas personas no tenían una pasión excesiva por el desodorante.

A veces, subirte al ascensor era un agobio

PD1: No se te ocurra usar el wifi cuando el crucero está en alta mar, te puedes llevar una sorpresa muy desagradable en tu cuenta bancaria. Solo puedes poner el 3G/4G/5G cuando estés en el puerto, con el crucero ya atracado. Dentro del barco, como he dicho, no había wifi gratuito.

PD2: (exclusiva para españoles): todo tiene horarios anglosajones. A las 06:00 p.m., es decir, las 6 de la tarde, cerraban un montón de cosas. Y yo a esa hora me estaba levantado de la siesta. Y muchos españoles igual. Es decir, te tienes que acostumbrar a unos horarios que no son los tuyos, son del mundo anglosajón.

PD3: El código de vestimenta. Al principio me preocupó, porque me lo advirtieron, luego vi que cada uno iba como quería. El primer día me puse una americana. El resto no siempre. El primer día de todos, me hizo gracia ver a algunas personas (muy pocas, las verdad) que iban vestidas como si fueran a recoger el Premio Nobel, con un traje lleno de condecoraciones e insignias. Y, a sensu contrario, vi, a no pocos, que iban en bañador y chanclas. Tal cual. Conclusión: haz lo que te de la gana.

 

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